La caída de Ludovico

Tal y como comentamos en la anterior entrada, Ludovico, más como regente de esta, actuó como el verdadero duque de Milán, lo cual ansiaba tiempo atrás y que finalmente consiguió en el año 1494 haciéndose otorgar la investidura del ducado por el emperador Maximiliano de Austria.

Sin embargo, no todo eran buenas nuevas, y en un contexto como el de las repúblicas italianas de la época, nada podía darse por estable. 

Las relaciones que Ludovico había estrechado con el por entonces rey de Nápoles, Ferrante, se vieron recrudecidas por la negación de Ludovico a devolver el poder a su sobrino, Juan Galeazzo, quien estaba casado con Isabel de Aragón.

Por esta razón, Ludovico estrechó relaciones estrategicamente con Carlos VIII, soberano de Francia, quien tenía ciertas pretensiones sobre la Nápoles de Ferrante. 

El Sforza, por entonces, para guardarse las espaldas, trató de evitar que esas ambiciones del monarca francés posasen sus ojos en el ducado del cual era regente, de manera que como hemos mencionado al principio, se proclamó prácticamente duque del Milanesado.

Sin embargo, la nueva Francia de Luis XII tenía planes sobre la Milán de los Sforza, con lo que realizó diversas alianzas con Venecia y Suiza, aislando por lo tanto a este y haciendo que muchos de sus aliados retirasen su apoyo al italiano. 

Por tanto, Ludovico, rodeado y prácticamente sin apoyos, huyó a Innsbruck en el septiembre de 1499, desde donde intentó rehacerse y reconquistar lo que otrora le perteneció, aunque fue traicionado por los suizos en Novara y apresado por los franceses en el año siguiente, siendo recluido en la fortaleza de Lys-Sain-Georges.

Finalmente, y tras una infructuosa fuga de su prisión, fue trasladado al castillo de Loches, donde moriría recluido en el año 1508, un triste final para nuestro personaje, cuyas desmedidas ambiciones chocaron con las de otros aún más poderosos.



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